martes

El ómnibus de recuerdos

Hacia falta un pretexto para olvidarme de ciertos vacíos… hacia falta un invento. El corazón contiene información al alcance del olfato de ciertos genios y de ciertos ingenuos también y es que a veces no distingo entre la “o” y la “u”
Entiéndeme bien, porque sé que mayormente me enredo y mayormente hablo bajito. Muchas veces dijeron que yo estaba loco y aun circula el rumor. Hay temporadas en el que el pasado suele estar presente y uno convoca casi invoca a la tolerancia.
El ómnibus no tiene ruta ni frenos ni es una idea lógica ni congruente, es un pretexto, es un invento, una insípida defensa de mi imaginación. Y es que ahí me subo yo y ahí se sube mi memoria y conducen emociones que se turnan.
Uno coacciona al ritmo de la letalidad. La cara nuestra cambia y el espejo no cambia tanto de opinión, de hecho me critica más y me desprecia. Aunque la casa tenga varias puertas en pocas encuentras a alguien… y mi lugar se va haciendo más hondo; al ómnibus le duelen las curvas siempre que va a chocar con el reflejo de la pared y es que el ómnibus de recuerdos en lugar de llantas tiene rodillas y algo parecido a reumas. Yo me puedo detener enfrente de un ventilador y entretenerme con el pensamiento, pero luego el ómnibus esta detrás y fuera de mi y me atropella y a veces salgo volando pero otras veces me quedo aplastado. Y es que todavía siento el complejo de la desconfianza, si es porque estuviste en una burbuja o si es porque te la pasaste haciendo burbujas, si es porque sabes demasiado o si es porque ignoras; a mí me duele que mi historia sea tan versátil y que poco se sepa de quien fui, y que ahora yo no sepa distinguirme seria el colmo. ¿Qué es lo que vale? No es el dolor ni la duda lo que nos hace crecer ni tampoco el amor lo que nos haría reaccionar… pero el ómnibus no para.

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