lunes

El titulo es muy largo ¿no? (de “experimentales”)

El titulo: “El titulo es muy largo ¿no?”, lo he elegido a causa de que primero se me había ocurrido… ya se me olvido cual se me había ocurrido primero, pero algo así como “una de esas historias de tantas que hay, que aburrido que la quiero contar”…
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Parece que fue ayer. Lo que pasa es que fue ayer. Alguien me estaba llamando de corazón a corazón, pero el mío se intimido. No era yo el que relataba; pero era ambigua su mirada, así que mi redacción precisaba.
Con una traición bajo la manga, como cualquier débil terrícola, se defendía de sus sospechas. Piedad para los que siempre se desenamoran incluso antes de enamorarse. Pretendía sinceridad y objetividad desde sus palabras, pedía subjetividad, pero siempre le habla-bla al aire libre. Al aire, libre, se esfumaba, y se callaba como siempre y como jamás deseaba.
Así que revolvía las palabras y los nombres, y sus emociones las mezclaba en pociones de silencios aterradores o somníferos. Resultaba que la realidad se le había desparramado hasta el fondo de su interior. Así que cualquier cosa la podía creer solamente con querer, y siempre prefería rescatarse antes de hundirse.
Escríbeme una carta, cuéntame lo que sea, y hazme olvidar quienes somos. Así revolvía sus sentimientos, nos los encontraba sino los desencontraba, los perdía y los extraviaba, porque es distinto perder que extraviar; pues luego regresaban, cansados, vivos y vengativos.
Pero todo lo que había aprendido del amor por lo menos le sirvió para defenderse un poco. Quisiera ser directo y contar las circunstancias tal cuales, solo que siempre habla-bla al aire libre, se esfumaba, se extraviaba, se perdía y se callaba, como nunca he querido.
Pasaron las semanas, y no puede admitir que cambio rotundamente de planes. Porque ni siquiera tuvo planes, todas fueron sensaciones. Se disiparon. Concluyeron que lo mejor seria diluirse entre escritos y voces a medias dentro de un lugar solitario para uno mismo, otro mismo, es decir, aquel.
Pudo haber sido más valiente. Como siempre temía confundirse. Y medrado por la bien simulada indiferencia, sindicalizo todas sus teorías, y las llevo a un consejo basado en el historial secreto. Aun así no funciono nada, pues sus temores parecían permanentes y pasarían a ser tumores sino hubiera innovado el anti-dolor personalizado y su propio contraataque al tormento del sentir errado.
Como si siempre hubiera estado en la adolescencia más extraña del mundo, moderadamente inofensiva, mínimamente audaz y exageradamente silenciosa en lo que tiene que ver con lo invisible.
Y así termina, el relato de una de esas historias de tantas que hay. No quiero seguir hablando. Lo que esta de menos esta de más. Y yo estuve involucrado, así que no me voy a delatar. Que breve fui, la culpa la tiene quien me entiende.

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